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Cuando el pincel te atrapa



Demien abrió los ojos con mesura, inhaló la deliciosa fragancia que desprendían las flores al ser mecidas por la brisa, y alzó el pincel para volver a refregarlo sobre el níveo lienzo.
El sol le observaba impasible… no… Demien observaba cómo el sol le miraba desde la lejanía, pues era que como artista él veía y hacía cosas que nadie más podía.
Una mariposa pasó revoloteando junto a su mejilla, en el momento justo para que él pudiera captar la sensación y plasmarla en su nueva obra. Su nueva obra, su nueva creación, pero sin embargo él ya sabía que conseguiría el mismo efecto en sus espectadores, siempre lo lograba.
Está seguro de que cerrarán los ojos para disfrutar de la sensación de frescura que los embargará, que inhalarán pues sentirán el delicioso aroma de naturaleza pura, creerán que cálidos rayos de sol lamen plácidamente sus pieles, e incluso alzarán sus dedos en busca de la traviesa mariposa que les aletea alrededor; pero la magia se acabará cuando, al abrir los ojos se vean frente a un lienzo de colores en lugar de campo abierto, no obstante, Demien sabe que se negarán a abandonarse a la verdad, y alzarán sus manos para comprobar que efectivamente se hallan en una exposición de arte.
Pronto la mano de Demien dejó de trazar sobre la tela, y su rostro se fijó en lo alto. Con una mano atrapó un pequeño trozo de cielo y suavemente lo depositó en su paleta para reemplazar el color azul que se le había agotado; con la otra mano, tomó a un perdido céfiro e hizo lo propio para reponer la brisa que también se le hubo acabado. Comprobó que nada más le faltara en su paleta, desde el aroma de las flores hasta los cálidos rayos de sol, y reanudó la tarea de acabar con la pintura.
Sus labios se curvaron en una inquietante sonrisa, la mariposa se le había escapado.

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