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No todos los ángeles vuelan

Bueno, aquí cuelgo el prólogo de una historia que abandoné hacía tiempo y que dije en su momento continuaría... en fin... aquí está -Se aceptan críticas-
Prólogo

Mis pulmones… no puedo… respirar

La intensidad del fuego sólo era equiparable a la de la luna, cuyo esplendor competía con las crecientes llamas anaranjadas. El cielo era un surco negro y profundo, manchado por estelas de grisáceas y espesas nubes de humo.
El paisaje, que ya de por sí era tétrico, presentaba ahora una atmósfera que presagiaba muerte y destrucción. Las llamas se extendían rápidamente hacia los alrededores, alimentándose de la hierba que alfombraba la tierra, y trepando hacia los árboles que atestiguaban la escena.
Unos gritos resonaron por todo el bosque, eran gritos que suplicaban piedad a oídos sordos, eran los gritos de una mujer despechada… eran los gritos de un alma agonizante.
Elizabeth sabía que sus súplicas de nada servirían, pues el final ya estaba cerca. Las tres estocadas en el estómago habían provocado una seria hemorragia que había transformado su vestido de blanco a escarlata; por no hablar de las llamas que pronto devorarían su cuerpo… Con unas últimas fuerzas levantó sus manos para desatar la venda que ennegrecía su vista, era la primera vez en quince años que se le permitía observar libremente al mundo, paradójicamente su vida terminaba en ese instante.
El hombre encapuchado que la observaba sonrió maliciosamente, aspirando con placidez el olor a sangre, como si del más delicioso aroma se tratara. Elizabeth observó por vez primera el rostro del individuo a la cual ella había entregado su corazón, pero sus ojos ya no reflejaban amor, sino que su mirada solo era capaz de destilar odio hacia tan vil persona.
Por un instante el hombre sintió pavor ante la mirada de la joven, pero al notar que nada pasaba, que nada lo castigaba por su crimen, su sonrisa se ensanchó… el ritual estaba funcionando. Extasiado por un insólito sentimiento, adelantó tres pasos hacia el fuego: nada sucedía. Sus risas se elevaron hacia el cielo como el negro humo ascendía hacia la luna, ya no sentía miedo, ya nada podría detenerlo.
Se internó completamente en las llamas, casi sin sentir las que quemaban su capa. El cuerpo de Elizabeth yacía ahora inmóvil, su respiración era casi imperceptible… sin embargo aún estaba viva, de hecho, de uno de sus ojos corría una solitaria lágrima que se evaporó antes de alcanzar el suelo. El hombre se detuvo frente al cuerpo, y pareció dudar unos instantes. Su mano se alzó y como un proyectil aterrizó en la herida abierta del vientre de la joven. Esta emitió un chillido agónico junto a un espasmo de dolor.
El verdugo mostró los dientes y hundió aún más su brazo en las entrañas de la muchacha. Al sacar la mano ésta chorreaba del escarlata fluido, y con sus dedos comenzó a trazar un círculo alrededor del cuerpo de Elizabeth; en torno a este apareció una luz amarilla que extinguió por completo el fuego de alrededor y que no duró más de treinta segundos. La oscuridad y el silencio se habían hecho nuevamente con el bosque.
-Buenas noches mi amor…- murmuró el hombre a la par que estampaba un beso en la frente de la joven y se alejaba tronando una inhumana risotada.
Elizabeth le observó marchar, sintiéndose con cada paso todavía más traicionada; pero ya no importaba. El dolor se había desvanecido y una sensación de frío se había apoderado de su cuerpo, lo que contrastaba con la visión de sus propias entrañas emergiendo hacia el exterior. Cerró los ojos una vez más, pensando en lo hermoso que era el mundo realmente y lo mucho que le gustaría que su alma se volviera una con el alma de la Tierra.
Lejos, cien aves emprendieron vuelo, llorando con cada aletear la innecesaria muerte de otro inocente.

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